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¿Recuerdas haber visto en la tele anuncios que concluyen con el eslogan “sin colorantes ni conservantes”? Estas indicaciones nos transmiten la idea nociva a todo lo que suene a aditivo. Pero ¿son realmente peligrosos? Quizá no conozcamos lo suficientemente bien cuál es el papel de los conservantes y las diferencias que hay entre ellos.

Los conservantes son un aditivo que buscan preservar un alimento por más tiempo evitando su deterioro. Sus ventajas están claras, pues permiten al consumidor almacenar un producto durante más tiempo y a la industria alimentaria ponerlo en el mercado a través de un proceso de distribución que, si careciera de conservantes, sería prácticamente imposible de llevar a cabo en algunos casos.

Existen dos maneras de preservar alimentos:

1-De forma física: refiere a un modo “natural” de preservar alimentos. El más común es la refrigeración.

2-De forma química: remite a la adición de ingredientes a un alimento con el fin de prevenir daños o cambios no deseados. Entre la conservación química se distingue entre conservantes naturales (como el zumo de limón, la sal, o el azúcar) y conservantes artificiales.

Los conservantes artificiales se dividen en tres grupos:

1- Agentes antimicrobianos que destruyen bacterias o impiden el crecimiento de moho en los alimentos: benzoatos, sorbatos, propionatos, nitratos.

2- Antioxidantes, como el sulfito, la Vitamina E (tocoferol), la Vitamina C (ácido ascórbico), hidroxianisol butilado, hidroxitolueno mutilado.

3- Los agentes quelantes, entre los que se encuentran el ácido etilendiaminotetraacético disódico, el ácido cítrico y los polifosfatos.

¿Cómo pueden afectar los conservantes al estado de nuestra salud y del propio alimento? ¿Sirven únicamente para prolongar el tiempo de consumo preferente o tienen otras ventajas que no conocemos?

Gracias a los conservantes el alimento se mantiene durante más tiempo fresco y preserva mejor el sabor, controla el equilibrio ácido-básico y puede mejorar su aspecto. Sin embargo, también hay inconvenientes ya que pueden alterar el alimento dependiendo del tipo de microorganismo que intervenga en su descomposición y de las condiciones de almacenamiento o conservación. Este último es el punto determinante que puede afectar a nuestra salud de manera negativa, y lo único que podemos hacer para evitarlo es tener el máximo cuidado con la manipulación y conservación en nuestra cocina o almacén particular.

Como verás, salvo algunas contadas excepciones, los conservantes ni son tan fácilmente prescindibles como pudiéramos pensar ni son tan dañinos como pregonan algunas campañas publicitarias.